El poder en tus palabras
EL PODER EN TUS PALABRAS
Recuerdo en una ocasión estar almorzando en casa con mis padres y mis hermanos. Acababa de regresar de vivir 2 años en Francia y mi padre saltó con las siguientes palabras: “Deja ya tanta cursilada, que si “por favor”, que si “gracias”. ¿Qué quieres, la sal? ¡Toma, aquí está!
Me quedé un poco congelada, ¿qué tiene de malo decir “por favor” y gracias”?
Después de meditar sobre ello, me di cuenta del tema cultural. Los franceses son así, lo dicen todo el tiempo. En comparación con los españoles, podía ver la diferencia.
En Estados Unidos, unas palabras que usan todo el tiempo, son “I love”, “I love cake”, “I love sports”. Quizá en español diríamos “Me encantan los pasteles” “Me encantan los deportes”. Pero en inglés las palabras “I love” se usan tan a menudo que uno podría decir que le quita importancia al verbo “amar”. Si amas o si te encantan tantas cosas, todo el tiempo… ¿Serán realmente tan importantes para ti?
Estos son simples ejemplos del uso de palabras en distintos idiomas y culturas.
Cuando pensamos en expresiones o tradiciones populares, no importa de qué idioma se trata, todos tienen expresiones que dejan mucho que desear. Siempre me ha llamado la atención la canción de cuna:
“Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te llevará
Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá”.
Pues que mensaje para una canción de cuna. ¿Quieres que el niño se duerma o que se espante? Y sin embargo esta canción ha pasado de generación en generación en muchos países, aún hasta el día de hoy. Y tú… ¿Puedes pensar en alguna expresión que estés usando que sea similar a este ejemplo? En inglés, hay una expresión que se dice a una persona que va a actuar en el escenario, “break a leg”, “rompe una pierna” ¿Tiene eso sentido para ti? El ser humano parece repetir palabras sin prestar atención a lo que dicen.
Yo también lo hacía. Hasta que empecé a leer la Biblia y a aprender la perspectiva de Dios en el tema de las palabras.
En una ocasión, y debe hacer más de 15 años de esto, escuché en la televisión una historia que me hizo parar y pensar en la suma importancia de las palabras que decimos y que creemos.
Se trataba de un misionero a una pequeña y pobre aldea remota en Africa. La aldea estaba a días caminando de distancia de la aldea vecina, pero no porque hubieran muchos kilómetros de distancia entre ellas, pero porque había un gran río que las separaba, y tenían que dar la gran vuelta. El misionero siempre tenía en su mente la realidad para esas 2 aldeas: ¡Si tan solamente tuvieran los recursos para edificar un puente o quizá obtener unas cuantas barcas! Bueno, el misionero regresó al año siguiente y no podía creer lo que sus ojos estaban viendo: Una gran parte de la aldea estaba CAMINANDO sobre el agua del río.
Sí, caminando, en agua. Enseguida el misionero empezó a hacer preguntas de cómo eso podía ser posible. La respuesta de los aldeanos fue la siguiente: “La aldea tiene una sola hoja de la Biblia, en la que se lee que Pedro caminó en las aguas. Dios sabía lo que necesitábamos.” Uau, qué poderoso evento y cuánta la fe de esas personas que simplemente creyeron la Palabra de Dios encontrada en Mateo 14: Si Jesús dijo a Pedro que caminara sobre las aguas, también ellos podrían hacerlo.
Cuando se trata de palabras y de su importancia, basta con abrir la primera página de la Biblia, en Génesis 1.
El versículo 3 empieza así: “Entonces dijo Dios:
“Sea la luz”, y fue la luz.”
El versículo 6 empieza así: “Entonces dijo Dios”. El versículo 9 empieza así (¿ya te lo imaginas?) “Entonces dijo Dios.”
¿No te parece fascinante? Se trata del relato de cómo Dios creó el mundo y lo primero que vemos es que Dios habló.
Dios usó sus palabras para crear.
Esto nos debería dar una gran pista para deducir que las palabras tienen poder para crear y por extensión, también para destruir. Basta con mirar la condición de las relaciones humanas y podemos ver esta verdad en acción: “Palabras que edifican o palabras que hunden”, y no solamente palabras habladas a otros o por otros. ¿Qué te estás diciendo a ti mismo, a ti misma?
“Si quieres disfrutar de la vida y ver muchos días felices, refrena tu lengua de hablar el mal y tus labios de decir mentiras.” Esas palabras las escribió el discípulo de Jesús, Pedro. Pero quizá te preguntes que si debes hablar el bien, ¿cómo saber la diferencia entre el bien y el mal? O a lo mejor te estás preguntando, ¿quién mide lo que es bueno o lo que es malo? Como dije al principio, a mi padre en aquel instante le molestaron mis “por favor” y mis “gracias” que aprendí del idioma francés. Yo encuentro que estar constantemente diciendo “Me encanta esto o lo otro” le quita valor a esas palabras. Si todo es tan especial, entonces lo especial se convierte en normal. Lo que a uno parece bueno, a otro le molesta. Entonces, ¿con qué estándar medimos? El libro de Proverbios está lleno de sabiduría. Veamos juntos algunos versículos dirigidos al tema de las palabras.
Proverbios 12:18 dice: “El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio.”
Proverbios 15:4 dice: “Las palabras suaves son un árbol de vida; la lengua engañosa destruye el espíritu.”
Proverbios 18:21 dice: “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.”
Bastan estos tres versículos para mantenerte ocupado todo el día y meditar en lo que están diciendo. Los tres destacan la lengua. Mira lo que dijo Santiago, uno de los hermanos de Jesús, en Santiago 3: “3 Podemos hacer que un caballo vaya adonde queramos si le ponemos un pequeño freno en la boca. 4 También un pequeño timón hace que un enorme barco gire adonde desee el capitán, por fuertes que sean los vientos. 5 De la misma manera, la lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa puede incendiar todo un bosque. 6 De todas las partes del cuerpo, la lengua es una llama de fuego.”
¿Qué crees? ¿Es importante prestar atención a lo que decimos? ¿Hay que cuidar la lengua?
Hay una famosa analogía sobre el tema de las palabras habladas. Un hombre que no era especialmente cuidadoso con su forma de hablar acudió a un rabino. Había decidido cambiar y necesitaba consejo sobre cómo hacerlo. El rabino le dio una respuesta muy peculiar. “Saca una almohada de plumas a la calle, y suelta sus plumas en toda dirección”. El hombre estaba perplejo, pero su decisión era firme para hacer lo que le aconsejaban y cambiar su vida. Después de hacer lo que le habían dicho, volvió a ver al rabino. “¿Ahora qué debo hacer?”, le preguntó. “Vuelve a la calle y recoge todas las plumas hasta la última”, fue la sorprendente respuesta. De nuevo, el hombre salió a la calle y comenzó la ardua tarea. Sin saber qué hacer, volvió a ver al rabino abatido por no haber podido cumplir con su último consejo. “Recuerda”, dijo el rabino, “que tus palabras son como esas plumas. Una vez que salen de tu boca ya no regresan. Asegúrate de que las palabras que dejas salir de tu boca son las que no tendrás que recoger”.
No solamente las palabras son poderosas para bien o para mal, para algo positivo o algo negativo, pero tenemos la responsabilidad de usarlas correctamente.
Si todavía no estás convencido, mira lo que Jesús dijo en Mateo 12: “36 Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. 37 Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado.”
Las palabras que salen de tus labios reflejan lo que tienes en el corazón. Si no estás contento, contenta, de tus palabras, revisa tu corazón. El podcast del mes pasado titulado “Entendiendo la Conexión” te ayudará a comprender el tema mejor. Pero no cabe duda de algo, el único que tiene el compás correcto del bien es Dios. Si quieres que tu lengua escoja vida, si quieres asegurarte de que tus palabras hablan el bien, si quieres que ese órgano tan pequeño del cuerpo sea usado para edificar, ya sea a ti mismo o ti misma, o a otros, te animo a que abras Su Palabra y permitas que Dios te enseñe.
Me gustaría terminar el audio dirigiéndome a aquellas personas que están sufriendo de las palabras habladas por otros. Quizá no tuviste una infancia sana y creciste pensando que nunca serías alguien, que nunca lograrías ser algo en la vida, que soñar es imposible, que tener metas está fuera de tu alcance, que si no has logrado nada todavía nunca lo podrás hacer, que es mejor tirar la toalla porque no has tenido éxito en tus relaciones personales…Nada podría estar más lejos de la verdad. Eso solamente significa que necesitas alguien en tu vida: El dador de la vida, Jesús. Y hablando de la conexión de las palabras con el corazón, mira lo que dice
Romanos 10:9:
“que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y si crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.”
Esta verdad es el principio de una bella transformación en tu manera de pensar, en tu manera de hablar, en tu manera de creer que con El, todo lo puedes. Aprende sus caminos. Cree su palabra. El estará contigo; te ayudará, te enseñará, y sin duda te mostrará los planes buenos que tiene para tu vida. ¡Shalom!