Como si fuera un océano
Como si fuera un océano
Habiendo nacido y crecido en una isla, Mallorca, recuerdo cómo de pequeña me quedaba observando el mar, asombrada de su grandiosidad. Me hacía preguntas como, ¿dónde termina el mar? ¿Dónde se une con los océanos? ¿Cómo es que el agua no se cae si la tierra es redonda?
También recuerdo como las mareas altas y bajas me interesaban. Me divertía saber que podía ir a una playa a cierta hora del día y me tocaría caminar un rato mar adentro, para que el agua cubriera a penas mis rodillas.
El mar me sigue admirando hasta el día de hoy, ¿cómo puede ser tan poco profundo que hasta un niño puede chapotear o zambullirse, y al mismo tiempo ser tan profundo que nunca se terminará de explorar sus profundidades?
Así mismo pienso en la Biblia, como si fuera un océano. Su mensaje es tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo y al mismo tiempo es tan profundo que no llegaremos a entender el contenido de todas sus páginas.
Así también pienso en el amor de Dios, como si fuera un océano. Su amor es real, dio a Su Hijo por nosotros y al mismo tiempo, cómo entender cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es Su amor, ya que desborda toda ciencia humana.
Y sin embargo es sorprendente cuando la corriente de agua te mueve poco a poco y te lleva a lugares más profundos. Así mismo sucede con Dios. Su Amor te hace navegar en la corriente y te lleva a lugares de más entendimiento y revelación, donde puedes ver cosas que antes no podías ver.
Y ése es el caso de la historia que quiero compartir contigo hoy. Mi historia empieza en mi viaje a Israel, del que hablo en varios de mis podcasts, como “Y pensaba que sabía”, “1+1=1”, “Más allá de lo que yo había imaginado” y “La gota que derramó el vaso”. Me imagino que la gran mayoría de la gente de fe que viaja a Israel lo hace con el enfoque de caminar por los lugares donde Jesús, Yeshua, caminó, de visitar los lugares donde realizó milagros, donde dio su vida y ver la tumba vacía. Pero uno no necesariamente hace una conexión con la gente del país porque nos enfocamos en experimentar cómo las páginas de la Biblia toman vida.
Pero si somos sinceros y si estamos dispuestos a salir de la orilla del mar para entrar en profundidades, el pueblo judío es primordial en la historia de la raza humana y en la historia bíblica. Dios escogió al pueblo judío y lo apartó de entre las naciones con el propósito de enseñarles quién es el Dios viviente, cómo caminar con Él, cómo recibir Su salvación para vida eterna y cómo compartir las Buenas Noticias con el resto del mundo. Si tú y yo hoy podemos leer las páginas de la Biblia y podemos recibir la vida eterna a través del sacrificio de Jesús, es gracias a ese plan de Dios iniciado con el pueblo judío y a través del pueblo judío. Dios cumplió la promesa que hizo a Abraham en Génesis 22: “Tendrás tantos descendientes como estrellas hay en el cielo y arena a la orilla del mar…y todas las naciones del mundo serán bendecidas por tu descendencia, gracias a que tú me obedeciste.”
Y esa bendición va más allá de lo espiritual.
No sé si alguna vez te has parado a pensar cómo Israel y su pueblo sigue siendo de bendición al mundo entero. Basta con nombrar a Albert Einstein, nacido en Alemania de padres judíos y a quien debemos la teoría de la relatividad. Y como dato curioso, ¿sabías que a Einstein le preguntaron si podía ser presidente de Israel? Su respuesta fue que no podía porque no sabía cómo tratar con la gente. ¡Su fuerte eran los números! Otro ejemplo es que hoy en día disfrutamos de teléfonos y computadoras que funcionan con piezas inventadas y fabricadas en Israel, compañías como Apple y Microsoft. Quizá no se habla del tema, pero eso no quita que es la verdad.
Albert Einstein and
Ben-Gurion
Y aquí es donde empieza el mover hacia las profundidades.
En el último día en Israel, nos invitaron a una cena. Allí conocimos a un joven judío, ortodoxo, que no creía en Jesús, en Yeshua, pero que tenía muchas preguntas. Recuerdo que quería entender nuestra relación con Dios y se preguntaba cómo podíamos decir con tanta naturalidad que hablamos con Dios y que Él nos habla. Le explicamos en inglés algunos puntos. Incluso saqué un papel y un bolígrafo, y dibujé algunas cosas, esperando que pudiera entender mejor con dibujos. Pero el muchacho no se enteraba. Sin embargo, sus preguntas eran reales. Quería aprender y entender. Mi marido y el joven salieron a tomar un café, después de la cena. Roberto dijo que disfrutó del diálogo y de su compañía, sin embargo, sabía perfectamente que no habíamos sido eficaces compartiendo las Buenas Noticias de Jesús. Ahí me di cuenta de que no teníamos el lenguaje que él entendía. Y no, no me refiero al hebreo. No pudimos explicar a Jesús de una manera que el joven se identificara y conectase. Ya te imaginas cómo eso me molestó y como al regresar a casa, me interesaría en el tema.
Y ese interés me llevó a otra ocasión, ya en la ciudad donde vivo. Un día, sentí que Dios quería que visitara una escuela judía ortodoxa. Me sorprendió, pero como estaba buscando una escuela para nuestro hijo pequeño, pues bueno, fui a ver. Me recibió el director de la escuela y pronto me di cuenta de que no estaba allí por la escuela. Estaba allí para ver el amor de Dios en acción por este hombre judío. Estaba allí para ver cómo el rechazo de Yeshua, Jesús, no fue sólo durante los días de la Biblia, no fue sólo en la tierra del Estado de Israel, fue aquí mismo, en la ciudad donde vivo. Mientras fue amable, me preguntó si quería material que tenía respecto a que Yeshua no era el Mesías, no era el Salvador. Una vez más, me di cuenta de que no sabía qué decir a este hombre judío. Lo que salió de mi boca fue: "Oh, Yeshua ha hecho tanto por mí". ¡Y hubo un gran silencio entre nosotros! Es como que nos quedamos sin palabras. Después, me levanté, le di la mano, le di las gracias por su tiempo y dije shalom.
Regresé al coche y me quedé sentada un momento, tratando de entender..., cuando oí Mateo 23:37: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y vosotros os negasteis!"
Me puse a llorar. Mi mente se dirigió a Jerusalén. Había estado allí, en el lugar donde Yeshua clamó por Jerusalén y en aquella ocasión no había sentido su amor. Sin embargo este día en mi ciudad sí lo sentí.
¿Qué quiero decir con todo esto? Dios me estaba llevando a aguas más profundas. No podía entender cómo muchos judíos, ya sea en Israel o en otras partes del mundo, no pueden ver que Jesús es el Mesías, el Salvador que están esperando. Los judíos religiosos son muy estudiosos. Llevan siglos estudiando el Antiguo Testamento o Pacto. Y justamente ahí está el punto. ¿Por qué no leen el Nuevo Testamento o Pacto? En el Nuevo Testamento es donde muchas profecías del Antiguo Testamento se cumplen. Incluso estaba viendo un programa de televisión donde decían que cuesta encontrar dónde comprar una biblia en hebreo que tenga el Nuevo Testamento.
Cuanto más leo la Biblia más voy entendiendo el tema y puedo ver la importancia que tiene para mí y para ti que los judíos reciban a Jesús, Yeshua, como el Mesías. ¿Por qué? Porque la Biblia dice que Israel debe recibir primero a Yeshua como su Salvador para que Él regrese y reine. No es cuestión de opinión. Lo dijo Dios.
Yo sé, yo sé…Aquí hay material para un buen rato. Así que te animo a que salgas de la comodidad de la orilla del mar para entrar en profundidades y descubrir misterios. Sin duda hay grandes tesoros esperándote. Abre las páginas de la Biblia y sumérgete. ¡Shalom!